EL BARBARO O LA EXALTACIÓN SALVAJE DE LA FANTASÍA HEROICA
por Javier M. Lalanda
La espada es el alma del guerrero (Proverbio samurai)
Diciembre de 1932. En su casa de Cross Plains, Texas, Robert E. Howard acaba de recibir el número del mes de la revista Weird Tales, en cuya portada se anuncia uno de sus relatos: «El Fénix en la espada». El hecho, en sí, no es significativo para quien, a los 26 años, ha publicado cerca de cincuenta relatos y otros tantos poemas, y es poseedor de un notable galardón: el segundo premio del 0'Henry Memorial del año 1931, que le ha sido otorgado por su relato «Los Hijos de la Noche»; pero la mirada de ojos claros que se enciende en su atezado rostro al encontrar su relato, y que parece trascender los límites de su habitación, es significativa, pues acaba dehacer, por vez primera, su aparición el más célebre bárbaro, en la ficción, de todos los tiempos: Conan de Cimmeria. | Al comprobar que era incapaz de adaptarse a cualquier trabajo, Bob Howard se dedicaría por entero a la literatura. Su personalidad abierta, poco amiga de convencionalismos, amante de la salvaje naturaleza, bastante rebelde y tremendamente soñadora, como la del celta que creía ser, se proyecta en la de sus personajes: Kuli el atlante, rey de la mítica Valusia, en aquel tiempo en que la Atlántida aún existía; Stephen Costigan, el marino que hizo fracasar los planes del brujo Kathulos en el largo
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relato «Rostro de Calavera»; Solomon Kane, el puritano inglés en eterna lucha contra el mal; Cormac Fitz-geoffrey, un irlandés exilado en la Palestina de la Tercera Cruzada; Turlogh «Dubh» (El Sombrío) 0'Brien, otro irlandés expulsado de su clan, que sólo vive para exterminar piratas nórdicos, o Bran Mak Morn, el jefe picto que asiste a la extinción de su raza ante el empuje de Roma. Sin embargo, será en Conan donde se focalizarán las características de todos estos héroes: rey como Kuli, viajero del desierto como Cormac, perseguidor implacable como Kane, frecuentador de tabernas como Costigan... hasta el punto de ser el personaje que más relatos inspirara a su autor: veintiuno, además del imaginativo ensayo La Era Hiboria, que serviría de hilo conductor en sus aventuras.
Howard no seguiría un orden cronológico sino que, a la manera de Rudyard Kipling, escribiría de manera automática, al dictado de su daimón. Es posible que el mundo que le rodeaba, un tanto asfixiante, la Texas del siglo veinte, poblada por descendientes de negros, indios, anglosajones, mejicanos y españoles, que había sufrido guerras y revueltas, se reflejase en las tierras hiborias que presentan un innegable «espíritu de frontera». Con este pensamiento, sería posible encontrar algo significativo en sus relatos, que podría rastrearse en «Clavos Rojos», el último de los protagonizados por el cimmerio, publicado pocos días después del suicidio de Howard, acaecido en junio de 1936, en donde el arma de Toikemec hace pensar en la automática con la que aquél se quitaría la vida. Conan permanecería en el olvido durante cerca de treinta años, hasta que, bajo la supervisión de Sprague de Camp y Lin Cárter, la editorial norteamericana Ace publicó sus aventuras, añadiendo, a las originales escritas por Howard, adaptaciones de otras protagonizadas por otros personajes, así como nuevos episodios debidos a los editores del momento. El fenómeno de «expansión» se ha mantenido hasta la fecha, pudiéndose contar 31 volúmenes, recopilados en tres colecciones, salidos de la pluma de once autores, sin mencionar, por supuesto, a Howard. Al éxito de Conan seguiría el de Kuli o Kane, aunque en menor escala, sin olvidar el alcanzado por sus relatos de terror y sus colecciones de poemas, como era lógico esperar de quien había mantenido incesante correspondencia con dos maestros de ambos géneros: Howard Phillips Lovecraft y Clark Ashton Smith, con los que compartió honores en las páginas de Weird Tales. Un fenómeno análogo al observado en la literatura se daría en el comic, con la aparición en 1974 de The Savage Sword of Conan the Barbarían, publicación en blanco y negro del Marvel Comics Group, que continuaba la línea de la anterior Savage Tales, en la que habían tenido cabida otros héroes howardianos, y que, a diferencia de Conan the Barbarían, que presenta a todo color las aventuras de Conan según un criterio cronológico, se centra en diversos instantes de su vida, a la manera de los relatos escritos por Howard. Así pues, de la mano de los excelentes dibujantes Barry Windsor Smith, Neal Adams, Gil Kane, John Buscema y otros más, guiados
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por guionistas que han sabido captar la esencia del autor tejano, como Roy Thomas o Bruce Jones, se adaptó, prácticamente, la totalidad de los episodios originales de Conan, como «Clavos Rojos», «Sombras a la luz. de la Luna», «La Torre del Elefante» o «El Pueblo del Círculo Negro», por no mencionar las adaptaciones de poemas, relatos de terror o aventuras de otros héroes de los que ya se ha hablado, como Kuli o Solomon Kane, Bran Mak Morn y James Allison, que, en algunos casos, y de manera ciertamente injusta, no han sido apreciadas en su justo mérito por el aficionado/lector, que no consigue desprenderse del magnetismo de Conan, cuyas palabras informan a quien quiera oír de la gestación, en la mente de Howard, de este personaje, a partir de otros anteriores:
«Yo nací en las montañas de Cimmeria, en donde todos son bárbaros. He sido mercenario, corsario, kozak y cien cosas más. ¿Qué rey ha viajado por tantos países, luchado en tantas batallas, amado a tantas mujeres y conquistado tanto botín como yo?» (De «El Pueblo del Círculo Negro»)
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